18 septiembre 2005

LA TRAMPA

Ayer un tipo con cargo y despacho me dijo que el trabajo bien hecho, al final, obtiene mayor recompensa que las reivindicaciones sindicalistas. Le contesté que hace tiempo que me he caído del guindo. Conozco a algunas personas que llevan años apostando por la excelencia y la rentabilidad cuyo premio ha consistido, básicamente, en estar a las órdenes de una pandilla de mediocres que se aprovechan del talento ajeno. No sólo no han obtenido el merecido reconocimiento, sino que en algún momento de su carrera los imbéciles que les mandan han intentado su descarrilamiento. Ocurre cuando esos trabajadores muestran algún signo de debilidad (por ejemplo, intentar conjugar vida laboral y familiar) o cuando los de arriba deciden que "sobra gente" y pillan a algún despistado en mitad de la riada. En estas operaciones siempre hay un jefe de recursos humanos que aparece como el malo de la película; un individuo con corbata de Hermès que no tiene ni media hostia, pero que aplica a sangre fría la filosofía de Don Corleone: "No es nada personal, sólo son negocios". Pero, al menos en mi trabajo, alguien le tiene que poner el cascabel al gato, porque el tipo de recursos humanos no suele conocer a la víctima. Casi siempre es algún subdirector o director adjunto con consigna de la casa, los de la palmadita en la espalda cuando cumples como un campeón y el "a mí no me chantajees" cuando les pides que mejoren tu vida. Entre unos y otros perpetran la trampa, no porque sean más listos, sino porque tienen más tiempo: un contrato con una empresa fantasma, una notificación sobre un cambio de horario... El peligro es que el esforzado currante se lo tome por lo personal, que se rasgue las vestiduras, que se deprima, que se pregunte "por qué me pasa esto a mí": bajará la guardia y será aún más vulnerable. Sólo cuando mete la cabeza en la nevera y se pone a la altura de un auténtico hijo de puta está en disposición de presentar batalla. Espero que una amiga que está hoy en este brete sea capaz de salir airosa.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

De vez en cuando no puedo evitar mofarme con cariño de mis amados mirlos blancos. Pero ten presente que jamás olvidaré lo que has hecho por mí, ni la emoción que me ha producido leer tu fantástico blog. Mil gracias, querido mirlo blanco

Anónimo dijo...

Enhorabuena compañero, ABC igual a casa de putas.

Un abrazo

Anónimo dijo...

Por supuesto que estoy de acuerdo con lo que escribe mi admirado Mike Muddy. Y quizás con el comentario del que se hace pasar por Ignacio Gil, pero nunca lo expresaría de esa manera tan simple y carente de imaginación. Usurpa mi nombre porque tiene tan poco ingenio como valentía. ¡Tu! el que se esconde detrás de mi nombre, voy a averiguar quíen eres y cuando lo sepa empapelaré la redacción con tu verdadero nombre y lo que piensas de ABC, donde se que trabajas.

El "VERDADERO" Ignacio Gil