17 septiembre 2005

BLINDAR EL EBRO

Exclusiva mundial: Marcelino Iglesias, presidente de la Tribu de Aragón, tiene las escrituras de propiedad del Ebro que, según estudié hace décadas, "es un río que nace en Fontibre, muy cerca de Peña-Labra; su curso al Este dirige, regando luego a Miranda. Pasa después por Logroño y Tudela de Navarra, y al llegar a Zaragoza el Gállego se le abraza. Sigue su curso al Sureste y por Mequinenza pasa, donde el Segre, por la izquierda, le proporciona sus aguas. Llega por fin a Tortosa donde su curso se acaba, y en el mar Mediterráneo penetra por bocas varias. Del Ebro son afluentes el Egea y el Aragón, el Guadalope y el Segre, el Gállego y el Jalón". Lo que no venía en mi libro de la época de los Chiripitifláuticos es que Marcelino era el dueño del Ebro y, claro, se mira pero no se bebe, a excepción de Carod. Para dejar las cosas claras ha propuesto que ese blindaje se incluya en la reforma del estatuto aragonés, que como todo el mundo sabe es el documento por el que suspiran los maños, vamos, que lo necesitan más que el comer. Si hasta la Pilarica vive sin vivir en ella por el estatuto. Hace unos días el impagable Eduardo Martínez de Pisón me contó que en una visita al Ebro comprobó, horrorizado, la degradación de sus sotos, invadidos por desperdicios de la civilización. Me pregunto si el propietario del río está al corriente de esto, o si los tipos que se manifiestan contra el trasvase hacen algo de verdad para proteger esa arteria de vida. De niño también aprendí que éste era el río más caudaloso de España. Ojalá fuera lo suficientemente profundo para que las ballenas lo remontaran para reclamar su propiedad y, de paso, para que alguna se tragara al tal Marcelino, como le pasó a Jonás. ¿Tres días y tres noches en la barriga del cetáceo le bastarían para entrar en razón?

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