22 diciembre 2010
LA BRASA DE LA LOTERÍA
La Navidad nos ancla a referencias del pasado. Frase de un amigo mientras desayunábamos hoy. Suscribo. Aunque haya referencias cargantes, como la dichosa lotería de Navidad. Quizás escriba desde el rencor porque jamás me ha tocado ni una pedrea, pero es que la cosa tiene bemoles. El de la lotería es día de holganza para la prensa, que envía a sus jóvenes valores a cubrir el evento (la prueba del algodón: las informaciones están cuajadas de "premio muy repartido", "el dinero servirá para tapar agujeros" y de la expresión "y es que...", que nunca debe faltar en una buena crónica). El público agradece que los reporterillos (yo he sido uno de ellos, y no descarto volver a serlo, tengo tanto que aprender...) surjan como las setas en los bares y administraciones de lotería. "¡Micrófonos a mí!", les falta gritar a los afortunados en medio de la fiebre descorchadora de espumosos del Mercadona. Hoy he visto en la tele a una tipa con lágrimas en los ojos porque le habían tocado cinco mil pavos de un quinto premio. Y a un parado que estaba dispuesto a perdonar a Zapatero su suspenso en economía después de trincar 20.000 eurazos que le van a sacar de pobre. Estomaga el rollito ése de la peña suscrita al mismo guarismo desde la época de Don Favila. Y lo de las loteras de doña Manolita y Xavier Gabriel, dueño de La Bruixa d'Or, ya es cansino: si venden casi todos los números, ¿cómo coño no les va a tocar algo? Pues nada, cámaras a ellos, como si hubieran inventado la vacuna del sida. En fin, solo falta que me intercepte algún pesado de esos que abominan de la Navidad porque es la fiesta del consumo para que la jornada sea redonda.
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