21 octubre 2012

FALCAO Y EL RICO DE SIEMPRE

Tertulianos, blogueros y prensa del Movimiento Madridista en general están de acuerdo en que cualquier futbolista que asome la patita en el Atlético de Madrid (o en cualquier otro equipo de la clase media-baja) debe emigrar con urgencia al rico de siempre o, en el peor de los casos, a un nuevo rico (el Chelsea o el PSG). Que un tipo como Falcao triunfe en el Atleti es un sacrilegio. "El día de la Supercopa de Europa los mandatarios rojiblancos estaban rezando para que llegara la medianoche y se cerrara el mercado de fichajes", decía el otro día en una tertulia uno de los enterados habituales. "Los goles de Falcao tienen sobre todo la capacidad de acortarle el tiempo a su grada", escribe un bloguero en ABC. "Sus gentes ya no celebran sus goles; los recuerdan". En los minutos de la basura de los programas deportivos, el aplauso a la impertinencia del Atlético o del Málaga por parte de esos periodistas es, sobre todo, un acto de hipocresía; lo único que les importa es cuándo y cómo Falcao o Adrián o Isco harán las maletas hacia un futuro mejor. Así que, en el fondo, en esos escasos minutos tampoco no se habla de los pobres, sino del rico de siempre. Mejor que algún aficionado atlético no encuentre la lámpara de Aladino o un océano de petróleo debajo de su finca, porque uno de sus deseos podría ser trasladar la promesa de Ferguson, técnico del Manchester ("Mi objetivo es arrebatar al Liverpool su jodida percha"), a la Liga española.

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