Juanjo mira al futuro sin olvidar el pasado. Mira a Paula y ve a Ana. Así que tiene una respuesta sencilla cuando su hija, de nueve años, le pregunta "cómo era mamá". Alegre, vitalista, extrovertida, inteligente. "Me rescató de los malos rollos y me enseñó lo que es la dignidad. Sé que ahora me diría: sigue adelante, vive tu vida, sé feliz". Y en ese mandato está. Le ha dado un barniz de normalidad a su vida. Conserva su empleo de funcionario en el Ayuntamiento de Torrejón, lee, escucha música...y pasa todo el tiempo que puede con la niña, le echa una mano con los deberes, salen al cine, a pasear, a comprar chucherías... "Parecemos novios", bromea. "Por suerte, Paula es una niña feliz". Como querría Ana.
La prensa, que no tiene cojones para publicar reportajes sobre su propio y negro futuro, tira de carril para llenar páginas. Cinco años del 11-M. Oh. Y al año siguiente serán seis. Y al próximo, siete. No sé cuántos estaremos / estarán por aquí entonces, pero seguro que a algún genio se le ocurre "llamar a las víctimas" para hacer una historia bonita y tal. Matizo. Encargará el marrón. Porque hacer este trabajo es jodido. A mí me gustaría llamar a Juanjo para preguntarle cómo le va sin necesidad de buscar relleno para un encargo. Creo que ya está bien. Que vivir (y dejar vivir) no es olvidar.
Foto: Ignacio Gil. Siempre pongo la misma, pero es que simboliza como pocas el 11-M.
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