21 septiembre 2005

VAMOS A MENOS

"La cultura ha sido sustituida por su simulacro mediático y nadie o muy pocos elevan la voz contra ese estado de cosas". "Una buena promoción suple con creces la baratija impresa y atenúa el hedor de lo manido y rancio con un buen empaquetado de regalo de Nina Ricci o Dior". Lo escribió Juan Goytisolo (El País, 10-1-2001) al hilo de la decisión del jurado del Premio Cervantes de hace cinco años, un despropósito que "se inscribe en un cuadro genérico de premios, recompensas, medallas, galardones, ditirambos y propaganda desaforada destinados a transformar en obras de arte unos partos de mediocridad escasamente áurea cuando no atentados mortales a la inteligencia y el buen gusto". Es evidente que Goytisolo estaba muy cabreado, pero yo no voy a entrar a valorar si ese Cervantes fue justo o no, ni siquiera recuerdo a quién se lo dieron, porque lo que me interesó entonces, y me interesa ahora, es el fondo del asunto. Hoy lo comentaba en una comida con una compañera. "Vamos a menos", se titulaba el artículo. Y, un lustro después, vamos a muchísimo menos. En cultura, por supuesto, donde el ombliguismo, la subvención, el "yo te admiro, tú me admiras" no da para mucho más que torrentes, "guerracivilismo" y dramones fotocopiados. Pero también en política, donde el nivel es esperpéntico: me pregunto de qué podrían vivir ciertos personajes si no tuvieran ese pesebre, y me admiro de la paciencia infinita de los contribuyentes, cuyas preocupaciones están a años luz del debate de moda sobre nuestro pasado neolítico. En educación, donde las comparativas con otros países suelen dejarnos muy malparados, por muy "wapos" o "indies" que se crean nuestros jóvenes estudiantes. Y, en definitiva, en relaciones humanas y calidad de vida: estamos tan enfrascados en trepar o en no despeñarnos que muchas veces no nos acordamos de que las arenas del tiempo caen, y caen... y nadie dará la vuelta al reloj para volver a empezar.

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